ANTIBES

Un paseo: si uno no se quiere aventurar hasta el Cabo, cosa que sería una lástima, también puede disfrutar del Viel Antibes, un casco histórico sin los excesos del glamour de sus ilustres vecinas de la Côte-d'Azur. De todos modos, lo que el viajero nunca se debería perder es la imagen de la ciudad con los Alpes nevados al fondo.
 
Un restaurante: ya no se sabe si el decorado alimenta tanto o más que la comida, pero en Antibes, aprovechando una arquitectura provenzal aún en pie, el viajero podrá sentarse a la mesa y dejar pasar el tiempo. En Le Jardin, el viajero recuerda esa sensación frente a un tartar de la casa o unas verduras de temporada.
 
Una visita: seguir los pasos de los grandes artistas en esta región es fácil, ya que casi todos tienen diseminada su obra por los lugares en que vivieron. Sería muy fácil -aunque muy recomendable- entrar en el Musée Picasso, pero el viajero, amante de algunas viejas costumbres, como el correo en papel, encontró el Musée de la Carte Postale, y allí se quedó un rato.
 
Un recuerdo: cualquiera que pase una temporada en la Costa Azul adivinará de qué todo eso de dejarse ver por el paseo. Sin embargo, Antibes se desentiende de las costumbres frívolas y vive a un ritmo más natural. Tal vez por eso el viajero tiene un recuerdo tan sano de la ciudad.
 

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