BARCELONA
Un paseo: subir a alguna parte alta para tener una perspectiva privilegiada. Hay que vencer el vértigo, pero no es obligatorio poner en peligro la salud propia o la tranquilidad de los usuarios del teleférico. También hay miradores.
Un restaurante: la duda se plantea entre ir al centro o comer en la costa. Para la primera opción, el viajero recomienda ir a Can Culleretes, con un ambiente de otro tiempo y unos platos deliciosos. Si preferimos el mar, por un precio correcto y un sabor impagable, el Xiringuito Escribà en la playa de Bogatell, ofrece arroces, pescados y cava fresquito, la mezcla ideal para regresar en AVE a casa.
Una visita: un sorprendente edificio de uso civil puede ser la gran sorpresa del día. Se trata del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, una joya arquitectónica que sirve para algo. Si se quiere sorprender a los acompañantes, que suelen decir que es de Gaudí, se recomienda leer algo sobre Domènech i Montaner, pero no hay que soltar todo el rollo.
Un recuerdo: como ya tendremos la maleta llena de cava y embutidos, se recomienda respirar hondo y llenarse los pulmones de brisa mediterránea. El mar, el mar, y no pensar en nada.
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