BILBAO

Un paseo: alquilar una bicicleta y recorrer el paseo de la ría hasta hacer hambre. El viajero recuerda que, contrariamante a la leyenda, no existen mapamundis de Bilbao, lo que facilita mucho todo. A cada lado de la ría -o fiordo- el viajero podrá admirar los clásicos bilbaínos y la modernidad. Otra alternativa es la de subirse a Artxanda en el funicular y bajarse a pata. Un viajero local dijo al llegar al alto que notaba muy diferente Bilbao sin él. Son bilbainadas de Bilbao, de toda la vida.
Un restaurante: Si no nos hemos matado a pedalear y con un poquito nos basta, como ya habremos tomado bastantes pintxos, podríamos apañarnos con unas gambas y unos vinos en Los fueros, en el Casco Viejo.


Una visita: La Alhóndiga, edificio reformado como centro cultural, suele dejarnos boquiabiertos pero nunca indiferentes, y eso se debe al exceso cuantitativo y cualitativo de sus columnas, pero una vez franqueadas estas, nos encontramos con un conjunto de arquitectura funcional y estética muy apreciable.

Un recuerdo: en forma original o transformado en objeto de mercado, el adoquín de Bilbao es un emblema de la capital vizcaína.

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