CANNES

Un paseo: al viajero no le seduce el glamour, pero como el glamour suele levantarse tarde, por la mañana se puede uno dar un garbeo por la Croisette, aún con legañas. La playa de arena es la envidia de la zona.
Un restaurante: que nadie se asuste, que se puede comer a buen precio. La idea es probar el aïloli en una terraza del puerto.
Una visita: como nos pilla cerca y Cannes no es muy grande, podemos serpentear por las calles que llevan al Suquet, barrio antiguo encaramado a la roca desde la que se domina hasta la curvatura del horizonte. Si no llegamos a tanto, también podemos meter la nariz en alguna casa tradicional de Provenza. Si no queremos subir cuestas, también podemos acercarnos al faro.
Un recuerdo: como el Mistral no se envasa, el viajero escogerá un ramo de esas florecillas tan modestas y tan lindas.

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