COMO
Un paseo: la naturaleza dominada es menos agresiva para el viajero urbano. Para gozar de los Alpes sin tener que meterse en ellos, la ciudad de Como es perfecta. Si uno quiere, se puede poner a andar por la orillita del lago hasta hacer hambre. Algo más exigente sería alquilar un bote y navegar. Subirse en el barquito se consideraría visita y no paseo. El viajero vuelve a insistir en los beneficios del turismo slow en bici.

Un restaurante: el viajero siempre recuerda a aquel camarero de Il Vapore que, confundiéndolo con algún futbolista famoso, le invitó a una focaccia. El caso es que el viajero había pedido bien, pero se lo terminó todo. También recuerda el viajero que, en verano, los mosquitos son algo pelmazos.

Una visita: ya se sabe que, cuando se le quita importancia a ciertos hechos, corremos el riesgo de tragarnos unos sapos muy indigestos. El viajero va a recomendar una visita a un edificio, es decir que no le dará una lectura más que artística. Nos dejaremos de intrigas: se trata de la Casa del Fascio. El que no quiera, puede ir al Funicular.

Un recuerdo: la bocanada de aire alpino que nos llene los pulmones será un recuerdo fabuloso. El viajero urbanita notará el cambio, y se acordará.

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