COPENHAGUE

Un paseo: Esta ciudad, København, tan llanita ella, es para las bicis, así que se recomienda pedalear respetando las normas, pero a pie también es cómoda y apacible. El viajero recomienda por experiencia propia dejarse llevar por el colorido centro hasta el concurrido muelle que en días de sol -los hay- es como si fuera de Lego.
Un restaurante: Por todas partes hay restaurantes de lo más curioso, sobre todo para un paladar meridional, y no olvidemos el smørrebrød, esa cumbre culinaria de la sencillez, y si dejamos de lado las reticencias de niño mimado con las que se suele viajar, deberíamos pedir arenques -los hay de muchos tipos- y en Kronbrog saben cómo servirlos.

Una visita: aunque se recomienda ir a Christiania, un singular territorio autogestionado en el que las fotos no son bienvenidas, el muelle es también un centro artístico y allí, por unas monedas -aceptan también euros- se puede gozar del virtuosismo de pequeñas bandas. El repertorio es variado y no se eternizan con piezas repetitivas.

Un recuerdo: si alguien había pensado en cortarle el brazo a la pobre sirenita -¡qué no le habrán hecho a la pobre!-, se recuerda que está muy vigilada y en el aeropuerto eso va a pitar. Mejor nos llevamos unos botes de arenque o, mucho mejor, apuntamos tantas cosas que podíamos imitar de estos vikingos.

Comentarios