ESTRASBURGO

Un paseo: olvidándonos de la vida atareada de los burócratas, se nos irá la hora en la Petite France, un barrio pintoresco muy francés en plena Alsacia. No es, pese a su aspecto y bullicio, un parque temático, y vale la pena de veras.
Un restaurante: los horarios de las comidas en esta ciudad son flexibles, así que se puede ir sin prisa y sin reserva a muchos sitios. En La Corde à Linge tienen de esa comida alsaciana de toda la vida pero con un toque de distinción. Muy recomendable sobre todo si tienen la terraza abierta.
Una visita: puede parecer un automatismo, pero ir a ver la Catedral de Estrasburgo es de todo menos un acto de turismo de masas. Las vidrieras, las escaleras a la torre y las vistas desde lo alto son un último regalo para el visitante.
Un recuerdo: tras una visita de tanto recogimiento es hora de pecar, así que nos llevaremos una botella de esos blancos tan ricos que hacen en toda la región del Rin. Algunos dicen que es pis de gato, pero hay testimonios de que ese comentario no es sino mera desacreditación interesada.

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