FRIBURGO (IM BREISGAU)

Un paseo: como ocurre con la tarde-noche o la merienda-cena, que tienen límites poco definidos, muchos turistas confunden Baviera con la Selva Negra o con Baden-Württemberg. En cierto modo, sobre todo con la arquitectura tradicional, existe una semejanza que, lejos de aburrir, incita a más. El viajero debería disfrutar, a pie o en bici, por esas callejuelas de cuento, adoquinadas pero aptas que tiene Friburgo.
 
Un restaurante: para comer poco -casi nada- pero deleitarse con los vinos de la tierra, el viajero propone la Haus der badischen Weine, pero si lo que queremos es un plato sabroso, popular y barato, lo mejor es buscar algún sitio en cuya pizarra exterior ponga Forelle mit Pfiffenlingen. Así quedará el plato, y luego le dirán a uno en casa que si nunca come trucha, que cuando sale por ahí sí, que tal, que cual.
 
Una visita: no cabe duda de que ciertos monumentos son de obligada visita, como los ayuntamientos o la mismísima torre de la catedral, con una vista aterradoramente hermosa.
 
Freiburg Minster 
Un recuerdo: esta ciudad es tan apacible como el correr manso de las aguas canalizadas. Cuando el viajero cierra los ojos y piensa en Freiburg im Breisgau, escucha el ruido del agua y se ve sentado en una terraza con una copa de blanco bien fresquito.

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