LAGUARDIA

Un paseo: al viajero que llegue hasta Laguardia le llamará la atención cómo cambia el paisaje de una estación a otra, y no sabrá cuál de las estampas prefiere. Al margen de la época, se recomienda dejarse llevar por los viñedos y embriagarse sin temor.
 
Un restaurante: como no se lleva prisa y las distancias son cortas, el viajero se acercará al pueblo de al lado, Elciego, y reservará en el restaurante de las bodegas Marqués de Riscal, que parecen una extravagancia del terreno, pero uno se acostumbra a todo. Cuando se nos pase el susto, entraremos al restaurante y, por un precio mejorable, el viajero tomará un inmejorable menú de degustación. Se aconseja no pedir Ribera.
Una visita: imaginemos que nos hemos ido sin pagar del restaurante, pero queremos vivitar una bodega. El viajero, que no recomienda hacer lo anterior, sí propone pasarse por las Bodega Ysios, donde le explicarán todo lo que siempre quiso saber sobre el vino. Por si acaso, se paga a la entrada, y no porque duden de uno sino porque el autor de la obra es exigente.
 
Un recuerdo:  hay ocasiones en que ser demasiado originales decepcionaría a quienes nos esperan, de modo que el viajero debería acceder al tópico y cargar en la maleta aquello en lo que toto el mundo piensa.

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