LEÓN
Un paseo: es agradable y llanito León como para sacar la bici, así que adelante. A pie también tiene zonas muy recomendables, sobre todo junto al río Bernesga, en el casco urbano. El viajero no dejará de tomarse un café a mitad de recorrido, sobre todo en invierno.

Un restaurante: cuando se llega a León, se tiene la impresión de que no hará falta buscar mucho para comer bien, no solo porque restaurantes hay y muchos, sino porque las tapas son de aúpa. El viajero, enganchado a la carta de Paradores, sentiría una llamada de San Marcos. Recomendar será difícil, pero siempre se podrá volver.

Una visita: dividido entre las grandes obras del pasado y la modernidad, el viajero dejaría libertad para elegir entre la Catedral o San Isidoro y el Musac. Aquí pasa como con las tapas, que no se cansa uno, pero el viajero tiene su aquel con las vanguardias.

Un recuerdo: el viajero que se acerque a León durante las vacaciones de primavera, si ve que un jueves comienza a tronar la ciudad pero de modo poco religioso, que no se alarme, que los pasos no son los habituales. El santo local, Genarín, habrá salido en procesión, pero no lleva velas ni arrepentidos.

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