LONDRES
Un paseo: fuera de la gran urbe, Londres sigue manteniendo esa idílica campiña que, junto con Hyde Park, convierten a la capital en un paraíso. Para nuestra caminata matinal, el viajero nos recomienda irse a Hamstead a leer la prensa en un banco de la colina.
Un restaurante: los británicos pasaron tanto tiempo ocupándose de tantas cosas que, por descuido o por desinterés, olvidaron crear una cocina reputada. Por eso, la cocina hindú es lo más parecido a un emblema culinario nacional. Sin embargo, toda esa leyenda de que nunca se ha comido bien en la isla se desmiente cuando probamos el célebre y mal afamado pastel de riñones del Lamb & Flag.
Una visita: la curiosa distribución de las piezas del Soane Museum nos enseñará la diferencia entre el síndrome de Diógenes y el coleccionismo. Nuestra visita tendrá no solo un valor cultural sino una lectura histórica sobre cómo se ha expoliado el patrimonio de otros países y cómo de otro modo tal vez se habría perdido. Ocurre lo mismo con los zoológicos.
Un recuerdo: no va a colar, es imposible, pero si pudiéramos... Hay dos problemas: si lo pasamos por la aduana, ¿qué hacemos luego con el sombrero? Y si no... Si no, nos van a caer más latigazos que al que se amotinó en el Culloden.
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