MADRID
Un paseo: subir al Cerro Garabitas, a pie o en bici, y contemplar a la bajada, por la zona del teleférico, el horizonte urbano de Madrid. Si no se quiere caminar, también se puede disfrutar de una vista curiosa desde el puente de Segovia, sobre el río Manzanares.

Un restaurante: en Puerta Cerrada, con un bacalao rebozado y una caña en Casa Revuelta podríamos apañarnos, pero si el viaje de regreso es largo habrá que llenar el estómago con un afamado plato madrileño, el cocido de La Bola. Salvo que seamos conductores, una cazuela nos vendrá de perlas.
Una visita: desde hace unos años, cerca de las grandes colecciones de la Milla de Oro, hay exposiciones gratuitas en CaixaForum. El propio edificio tiene su cierto encanto, en particular el jardín vertical del exterior.
Un recuerdo: el mejor recuerdo de Madrid no se vende en las tiendas, pero solo se puede ver en mañanas claras tras un día de viento. Sí, es el famoso cielo de Madrid, el de los pintores, un cielo para deleitarse de día y de noche. El estrés de Madrid es otra leyenda, y el viajero slow sabe que, si el nerviosismo de otros nos provoca estrés, es que el problema es nuestro.
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