MEERSBURG

Un paseo: esta ciudad coqueta y apacible se visita a pie o en bici, pero también ofrece la posibilidad de una matinal singladura en barquita de pedales. Si vencemos el rubor de vernos remando con los pies en medio del lago Constanza -Bodensee-, descubriremos un entorno fabuloso.
 
Un restaurante: el que piense que la cocina alemana es solo patata y cerdo se equivoca parcialmente porque, si bien de eso hay bastante, lo cierto es que tanto la gama de productos como la combinación y la ración de estos merecen un halago por parte del viajero. El concepto de plato combinado renace en forma de plato completo y equilibrado en el Weinstube Baeren, donde calidad y precio gustan por igual. ¿Acaso un wiener schnitzel parece así un plato modesto? ¿Verdad que no?
 
Una visita: una vez más, el viajero queda sorprendido por los mitos deshechos. La cerveza, bebida alemana por excelencia, se sirve a una temperatura que el paladar meridional no tolera. Así descubrió el viajero que los vinos teutones -ya conocía los blancos alsacianos- pueden competir por ahí. Irse a dar un garbeo a una bodega podría confirmar esto.
 
Un recuerdo: no se puede negar que el viajero disfrutó de lo lindo en esta escala. Visitó monumentos, admiró paisajes, pero cuando le preguntan, el viajero siempre dice que la buena vida y la buena mesa vienen a ser lo mismo, y en esta zona lacustre se cultiva esa felicidad slow que tento persigue.

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