MÉRIDA

Un paseo: el viajero deportista -que los hay- tiene, para sorpresa de todos, un espacio milenario donde correr si así le viene en gana. En el Circo Romano se creerá un medallista de medio fondo. En una línea menos exigente, la ciudad ofrece la oportunidad de remar sin agobios por el Guadiana.
Un restaurante: de sorpresa en sorpresa, Mérida tiene sitios donde comer y maravillarse van de la mano. Tabula Calda, que se dice casa de comidas, es una joya tanto por su carta como por el entorno. Pasen y vean, vamos. El viajero comió de primero una ensalada a medias y se arrepintió, pero de haberlas compartido.
 
Una visita: es fácil adivinar qué tipo de visita haremos, así que solo propondremos una exterior, el Teatro Romano y su conjunto monumental, esencia de la ciudad, y otra interior, el Museo de Arte Romano, que le ofrece al viajero que no sea aficionado a las antigüedades una interesante experiencia con solo ver el edificio.
 
Un recuerdo: si alguien había pensado llevarse una estatua,que sepa que ya se intentó y que Patrimonio las tiene contadas, así que no hay nada que hacer. Y si la idea era vestirse de romano, el viajero desaconseja vivamente las despedidas de soltero. ¿Y si apostamos sobre seguro? De eso tienen los comerciantes de aquí.

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