MILÁN
Un paseo: esta ciudad muestra enormes contrastes entre el impresionante casco antiguo y la convencional zona nueva, pero eso ocurre siempre en las ciudades modernas. El viajero, obviamente, recomendará lo primero. ¿Por qué no comenzar la jornada deambulando por la famosa Galería Il Ottagono?

Un restaurante: tras una tormenta de ferragosto, que también es propio del norte, el viajero buscó para comer y apareció Al Mercante, un clásico milanés. Como andaba cansado y famélico, el viajero optó por el Ossobucco alla Milanese. El resto es imaginárselo...
Una visita: el viajero pasó por casualidad por la célebre Via della Spiga, y no entendió nada. Por eso se fue a visitar las cornisas del Duomo. No hay color, vaya.

Un recuerdo: la relación que el viajero mantiene con su endocrino no habría mejorado si le hubiera hablado del delicioso café que se toma en Milán y en toda Italia. Tras varios años de secreto, ahí va toda la verdad, una verdad dura pero que nos enseñará, pese a los riesgos coronarios, lo que se pierde el resto del mundo haciendo café de puchero.

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