MULHOUSE

Un paseo: el casco histórico de esta ciudad es completamente abordable en bici, pese al adoquinado. El centro de nuestra caminata será el dédalo de calles en torno a la Place de la Réunion, donde, además de monumentos importantes, se suelen montar terrazas muy agradables.
 
Un restaurante: el viajero, cuando llegó al sur de Alsacia, andaba ya por su nosecuantésimo codillo, pero tampoco se negaba a uno más. Sin embargo, al llegar al Auberge au Vieux Mulhouse pensó quepodría pedir cosas nuevas. Y como lo pensó lo hizo, y fue para bien, porque flammekueche con Muster satisfizo su apetito y su curiosidad.
 
Una visita: junto a los museos tradicionales, esta ciudad le ofrece al amante de los coches clásicos un lugar en el que maravillarse. Pero es sabido que el viajero se muestra esquivo a esos ingenios, así que propone una tranquila visita al Templo de Saint-Etienne, donde, si hay concierto, el tiempo se le escapará.
 
Un recuerdo: toda Alsacia está llena de estos imponentes y extravagantes animales que sobrevuelan las torres y las plazas con majestuosa indiferencia. Al viajero, acostumbrado por otra parte a verlas, le gusta ver que el hombre no se obsesiona con tener animales en casa. Los bichos pueden vagar libres y sin bozal. En casa se aburren.
 

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