NUEVA YORK

Un paseo: enterito o hasta la mitad, el puente de Brooklyn es inevitable. También se puede hacer en bicicleta, así que no hay más excusa que la vagancia.
Un restaurante: aunque la oferta es desbordante, el Balthazar nunca nos dejará indiferentes, su precio no es el más barato, pero tiene una carta variada y original.
Una visita: contemplar la isla de Manhattan desde lejos es como ir a una galería de arquitectura. Para eso hay una solución gratuita y muy agradable, el ferry de Staten Island.

Un recuerdo: en una ciudad tan moderna, cosmopolita y tecnológica, llama la atención que en las azoteas de algunos edificios gigantescos haya aún depósitos de agua. Son magníficos.

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