SALZBURGO

Un paseo: el ambiente que los turistas le dan a la ciudad es muy parecido al de un parque temático, pero el viajero sabrá salir del circuito habitual. Para pasear se propone bordear, a pie o en bici- el río Salzach y, de puente en puente, contemplar la ciudad, o bien adentrarse en el Kapuzinerberg con un espíritu más atlético.
 
Un restaurante: al igual que la capital, esta ciudad tiene fama de refinada, y sus restaurantes lo son a veces por encima de lo necesario. Sin embargo, como el viajero encuentra de todo, allá que se fue al Triangel, con su terracita de bancos. ¡Truchas! ¡Qué invento!
 
Una visita: la huella de Mozart está por todas partes aquí, y a veces de manera poco convincente, así que conviene ser cauto. Si se visita la Casa Natal del artista, téngase en cuenta lo artificial que resulta la disposición de las salas. Una alternativa podría ser  subirse a la fortaleza Hohensalzburg en el funicular y contemplar las vistas de los Alpes. Si el día es propicio...
 
Un recuerdo: el viajero propone llevarse algo especial. Sería un recuerdo muy caro, pero siempre mejor que unos bombones con la imagen de Mozart. Si uno se adentra en alguna sede musical importante y se hace pasar por estudiante, podría tener acceso a piezas valiosísimas. El problema es llegar a casa con eso y aparentar que es un simple detallito.

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