SEVILLA
Un paseo: Como se trata de que el viajero se ejercite, no recomendaremos el trotecito de la calesa, y en su lugar propondremos un suave caminar mañanero por la Plaza de España. Y luego un cafelito. Sevilla es una ciudad para verla a ras de suelo, aunque algo de altura tampoco le viene mal.
Un restaurante: A diferencia de otras ciudades andaluzas, aquí es raro que pongan una tapa gratuita, pero algunas son legendarias. En cambio, por unos precios módicos se puede comer de raciones, por ejemplo en El Comercio, para el vermú y tapa de pringá, o en Casa La Viuda, para lo que pongan, que todo es bueno y barato.
Una visita: El que vaya por la sombrita de la tarde, si hay, y se acerque por el barrio de Santa Cruz hasta la plaza de Doña Elvira, entonces habrá visto Sevilla y su bullicio de locales y turistas disputándose el espacio. Pero en el mismo centro, en una apartada orilla, más pura la luna brilla si nos adentramos en el Real Alcázar, de visita obligada y de gran regocijo, y quien diga lo contrario miente.
Un recuerdo: Dolerán los pies de caminar, y los brazos también, pero no de abanicarse, sino de pasear a este loco sevillano que tira de la cuerda cada vez que ve un caballo. Y venga a ladrar, y venga a ladrar.
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