SINTRA

Un paseo: una ciudad de nata y fresa podría desviar al viajero slow, por lo general crítico y exigente, pero Sintra es mucho más que un palacio sobre una peña -cuidado con las traducciones tentadoras- de cuento de hadas. El caminante se propondrá subir hasta el monumento sin tener que adelantar a nadie, y al llegar se sentirá aliviado por lo que verá.
Un restaurante: es frecuente que, pese a la buena calidad de la cocina, un restaurante quede desbordado por la afluencia de público -este sin tanta calidada- y que la impresión sea algo decepcionante. Sin embargo, llegando a horas prudentes, uno puede comer de perlas. En el Cantinho de São Pedro el viajero, con una lubina -robalinho grellado-, podrá ofrecerse un raro momento de placer hasta que lleguen los turistas.
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Una visita: el viajero nunca se decantó por lo fácil así como así, y entró, a pesar de la tentación de ver el Palácio da Pena, en un lugar sorprendente del Palacio Nacional, las chimeneas desde dentro. Increíble.
 
Un recuerdo: aún se cuenta con gracia, aunque el suceso pudo llegar a ser grave, que si no es por un paisano que le dio agua de una garrafa de plástico, una viajera casi se ahoga por querer hacer una plautilla con una hoja de plátano. Esos árboles son más peligrosos que los baobabs.

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