VALLADOLID
Un paseo: una vez más las ciudades de la meseta tienen esas llanuras que invitan a recorrerlas en bicicleta. Por Campo Grande o por el carril bici, Valladolid tiene posibilidades para los ciclistas, a condición de que el frío invernal y el hielo quieran respetarnos. A veces las inclemencias no son obstáculo para pedalear ligeros.
Un restaurante: alguno dirá que no se va a ir uno de aquí sin probar un lechazo. El viajero sabe, porque lo vio, que un invitado a una boda le pidió al camerero que le guardara unas cabezas de cordero. Así lo hizo, y el cliente las guardó en el minibar del hotel para llevárselas al día siguiente. Si el hambre es tan feroz, váyase uno al Figón de Recoletos. Pero últimamente de tapas se come muy bien por aquí, así que puede ser una opción hacer una ronda de bares. Las patatas a la importancia las recomienda el viajero.
Una visita: la idea de clásica ciudad castellana que todo el mundo asocia con, por ejemplo, la Plaza Mayor vallisoletana, contrasta con la elección del viajero, que se recomienda hacer una incursión parisiense internándose por la galería del Pasaje Gutiérrez.

Un recuerdo: aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (*), el viajero reservará hueco en la maleta para algo tan necesario como unas botellas de ese caldo divino que le pusieron en la comida. Si no sabemos cuál elegir, seamos prudentes porque nos pueden dar un susto. Hay que mirar los precios a veces, pero los hay también para gente corriente.
(*) Para los que no la conozcan, la expresión "aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid" se usa cuando uno aprovecha una ocasión casi sin motivo para hacer algo en su propio beneficio. También puede servir para cambiar bruscamente de asunto. (Nota del viajero)
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