VICENZA
Un paseo: aunque rodeada de colinas, la parte histórica es llana, así que se impone una bicicleta para pedalear. El viajero encontró aquí un hábito que entraña riesgos como es el uso del teléfono mientras se monta. Si se prefiere algo más calmado, las orillas del río Bacchiglione son un entorno ideal. Y, a las malas, se sube uno al monte Berico y ya está.

Un restaurante: contagiados por la tranquilidad de esta ciudad véneta, seguramente nos apetecerá seguir sin sobresaltos. El viajero, que se dejó aconsejar, agradeció la idea y desde entonces recomienda la Antica Osteria Al Bersagliere, porque lo que comió le pareció bueno, bonito y barato. Los amantes del bacalao verán en el estilo vicentino una variante heterodoxa.

Una visita: es obligado que, en Vicenza, el viajero pueda ver, para contarlo después, que visitó la obra de Palladio. Que nos guste es otra cosa, pero irse sin ver la Villa Rotonda sería algo que el viajero no sabría entender.

Un recuerdo: aunque no es exclusivo de Vicenza, porque en todo el país se sirve, le viajero experimenta un placer singular mordisqueando los grissini que le ponen en los restaurantes. Es una felicidad modesta pero refinada.

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