VITORIA

Un paseo: como el casco viejo es pequeñito y accesible, pese a algunas cuestas y escaleras, nuestra caminata dará un giro o dos alrededor de la Plaza de la Virgen Blanca, reformada con polémica, pero siempre agradable. De este modo iremos localizando lugares para comer.
Un restaurante: va a ser difícil decidirse, así que vamos a proponer uno de sentado, El Portalón, medieval y tentador, y otro de barra, más ligero -si se quiere pedir ligero-, el Asador Sagardoki, campeón de pintxos desde hace miles de años. Y pensar que unos viajeros lo descubrieron de casualidad, buscando aparcamiento... Y estacionaron justo delante de este templo. Alguien no ha contado toda la verdad.
Una visita: otro punto ineludible de la ciudad es la Catedral, en particular por sus trabajos de restauración, de arriba abajo, que se está realizando. Con el casquito blanco nos adentraremos por entre los andamios y los sillares al descubierto. Simplemente fabuloso.
Un recuerdo: sin propósito delictivo, solamente como recuerdo de una experiencia "repetible", y sin querer invitar a dejar sin cristalería a los bares tan acogedores, proponemos dejar una propina en alguna sidrería a cambio de un objeto fetiche.

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