BURGO DE OSMA

Un paseo: esta pequeña y cuidadita ciudad soriana tiene la calma de la provincia que invita a recorrer las calles sin más interés que llegar a la Plaza Mayor a tiempo para el vermú y el torrezno en la terraza. Allí nos dará la hora de comer.

Un restaurante: quien no conozca el Mesón Marcelino podrá ir a lo seguro, como el cochinillo, pero si quiere dejarse aconsejar por el viajero, debería probar el guiso de ciervo. La dieta soriana no es ligera, pero nadie se ha muerto por probar cosas buenas.

Una visita: el viajero nunca pierde ocasión de dejarse sorprender, y en esta ciudad, yendo a preguntar a la oficina de turismo, descubrió que el propio local era una joya, no tanto por el retablo que alberga sino por la paz de sus muros.

Un recuerdo: la modestia castellana queda resumida en los ingredientes culinarios que se llevó el viajero de esta ciudad. Junto a la primera lluvia del otoños, pan y mantequilla son los recuerdos del Burgo de Osma.


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