SORIA

Un paseo: quienes tienen la suerte de haber visitado la provincia de Soria, desde Calatañazor hasta la Laguna Negra, saben por qué vale la pena volver. Al llegar a esta ciudad, el viajero buscará esa zona en la que traza el Duero su curva de ballesta. Por eso se recomienda acercarse al río para, pensando en cosas, esperar a que nuestros pasos nos lleven por ahí hasta la hora de comer.

Un restaurante: el habitante local presume de torreznos y de otros platos de más calado, y el viajero debería atreverse con unas migas con uvas en el Mesón Castellano. De ahí al abandono total no va mucho. También se debería tener en cuenta algún vino de la Ribera del Duero con cepas sorianas.

Una visita: con aires de casino provinciano, pero lleno de un ambiente que ya es difícil encontrar, nadie debería marcharse de Soria sin pasarse por la Casa de los Poetas. Así se comprenderá por qué tantos se quedaban allí.

Un recuerdo: todo es tan cíclico en las ciudades tranquilas que uno se podría pasar meses esperando ver en un olmo viejo otro milagro de la primavera. Y si no, el viajero recomienda recordar los colores del otoño, imagen fiel de esta Soria machadiana, paraje de setas y aire puro.

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