VINUESA (y alrededores)

Un paseo: hay gente que va calle arriba y calle abajo, e incluso se desvía a veces por algún recoveco para ver las tiendas de productos regionales. El viajero recomienda agarrar una bicicleta y dejarse llevar por las carreteras (incluso por pistas, para los más testarudos) desde Vinuesa hasta cualquier pueblito cercano.
Un restaurante: como vamos sin prisa y ligeros de equipaje, nos acercaremos hasta Molinos de Razón, donde el viajero, pese a un leve contratiempo gástrico debido a los calores del coche, saboreó primero unos vinagrillos en La Casona y luego un cochinillo asado que aún recuerda, y vaya que sí, en El Pajar del Tío Benito. Si no, siempre encontraremos algunas setas para aplacar el hambre.

Una visita: la envidia no es ni mucho menos el pecado más notorio del viajero, que combate la gula con lujuria, pero en Vinuesa y alrededores hay unas casas, algunas de antiguos indianos y otras de nuevo cuño, que despiertan ese raro sentimiento que tiene el modesto trabajador. Desde el casco urbano hacia el puente romano, se pueden contemplar algunos ejemplos de variada ejecución.
Un recuerdo: el viajero piensa que la naturaleza se debe dejar tal y como se entra en ella, de modo que, antes de llevarse nada, salvo fotos, se llevaría de recuerdo cosas del entorno algo más poéticas, como la melena de campana, que al fin y al cabo estamos en Soria, concretamente en la iglesia de El Royo.

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