LUXEMBURGO

Un paseo: Desde las múltiples panorámicas de la ciudad alta, el viajero es consciente de la tarea que tiene por delante en esta agradable ciudad. En el caso que nos ocupa, la ola de calor sahariano vino a invitarse a una fiesta, lo que hizo de la estancia toda una exótica aventura. Así pues, con buen ánimo se puso el viajero a caminar por el Grund, parando de vez en cuando para recuperar el aliento.

Un restaurante: De tanto subir y bajar cuestas, el hambre y la sed hacen mella, pero soluciones hay para todos los gustos y bolsillos. Desde la Place d'Armes al Passage du Palais, el viajero podrá encontrar buena mesa. ¿Por qué no algo más modesto como una sabrosa pizza junto al río?

Una visita: Dependiendo del gusto del viajero, la ciudad ofrece edificios de casi todas las épocas: modernos como los del cosmopolita barrio de Kircheberg, o más antiguos como las típicas iglesias medievales. No deberíamos olvidar tampoco los apacibles parques públicos. Pero tal vez por su rareza, las casamatas del Pétrousse pudieran llevarse la palma en este caso.

Un recuerdo: Aunque nos llevemos camisetas más o menos elegantes, souvenirs de la ciudad o vino blanco local, el recuerdo más vivo se lo llevarán las piernas de tanto andar o pedalear. pero habrá valido la pena, desde luego. Luxemburgo es un paraíso, y no solo fiscal, en el que no todo está en venta...

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