LUARCA

UN PASEO: Aunque escarpada, la ciudad merece el esfuerzo del desnivel, ya que desde arriba se goza de unas vistas inmejorables, pero la parte baja no es menos interesante. En suma, en Luarca el viajero gozará a cada paso del regalo que le espera.
UN RESTAURANTE: El ajetreo da hambre, y la buena comida compromete al viajero, que quisiera comérselo todo, pero es imposible. Aunque el nombre del restaurante pueda confundir, el Báltico es un ejemplo de cocina asturiana, tanto de costa como de interior, y a un precio insuperable.
UNA VISITA: Si el pote ha vencido nuestra arrogancia, es bueno tomárselo con deportividad y aplacar ardores acercándose al Puente del Beso, un modesto rincón para apaciguarse escuchando leyendas de corsarios.
UN RECUERDO: El viajero no olvidará jamás que, pese a las condiciones variables de presión atmosférica, humedad y temperatura, Luarca es un puerto de paz.

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