BADEN-BADEN

UN PASEO: La atmósfera entre cosmopolita y decadente de la ciudad invita a hacer un viaje en el tiempo en que cabezas coronadas, artistas y bohemios se jugaban la fortuna y el honor en el Casino y se curaban los dolores en el Balneario. Si no queremos subir ver panorámicas, se recomienda una caminata por Lichtentaler Allee.

UN RESTAURANTE: Aunque la ciudad ofrece menús escandalosamente caros, el viajero no debería dejar de probar alguna delicia local, modesta pero inolvidable, como el Zwiebelkuchen, una tarta de cebolla que en el restaurante Bierbrunnen saben hacer muy bien.
UNA VISITA: Los admiradores de las viejas glorias de la literatura o la música tienen que pasarse por el Casino y apostar a todo o nada. El Casino ofrece visitas guiadas muy educativas y sorprendentes. Si no nos tienta la suerte, entonces podemos adentrarnos en el balneario de aguas termales de Caracalla, aunque solamente sea para respirar el aire húmedo de las termas.
UN RECUERDO: Es normal que, con esta humedad, aparezcan en el campo tesoros más valiosos que un montón de fichas de ruleta. Se trata de los rebozuelos, llamados allá Pfifferlingen.

Comentarios