CRACOVIA

Un paseo: La burguesa capital del voivodato de Pequeña Polonia justifica de sobra que tantos visitantes transiten desde temprano hasta bien entrada la noche pos sus adoquines. Con un casco viejo recogido y espectacular, el viajero notará de inmediato ganas de perderse pos las calles menos pobladas.
Un restaurante: Una ciudad tradicional propone comida tradicional, pero no nos dejemos llevar por la imagen de C.K. Dezerter, porque sabe aunar, como Cracovia, lo nuevo y lo viejo.
Una visita: Si se dispone de tiempo, vale la pena acercarse hasta la mina de sal de Wieliczka o al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, pero si estamos apurados, nadie debería dejar de pasarse por el barrio judío, Kazimierz, o adquirir el billete combinado de la Factoría Schindler junto a la fabulosa y no menos cinematográfica farmacia de Tadeusz Pankiewicz.

Un recuerdo: El viajero de gustos humildes sabrá valorar el tesoro de estas rosquillas que, vendidas en tiendas o en carritos callejeros, apaciguan el hambre entre horas y nos transportan a la infancia y a la travesura.

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