ROSKILDE

Un paseo: La antigua capital de Dinamarca, Roskilde, es un conjunto monumental distinguido y con razón con la categoría de patrimonio de la humanidad, de modo que el viajero podrá deambular por sus calles, tan nórdicas ellas, con la sensación de que nada puede salir mal, ni siquiera cuando un pelotón de ciclistas toca serenamente el timbre. Todo está tan limpito que dan ganas de quedarse.

Un restaurante: Es posible que el paladar meridional se atreva a presumir de la variedad de sabores, pero cuidado con los platos hanseáticos, que son todo un acierto de aromas y texturas, como así pudo comprobar el viajero en el Café Knarr, ideal cuando abre su terraza.

Una visita: Conocer a los demás es clave para descubrir que algunos mitos están más en nuestra cabeza que en la del otro, y esto lo puede decir el viajero, que descubrió en el Museo Vikingo que los aguerridos guerreros daneses no llevaban cuernos. Muy recomendable.

Un recuerdo: Y sin salirnos de la idea de escapar de nuestros prejuicios, el paso por Roskilde supondrá para el viajero una ruptura con la idea de que con el ladrillo nadie lo hace mejor que los mudéjares, que lo hicieron muy bien, pero que tienen competencia frente al Mar del Norte.




Comentarios