VORDINGBORG

Un paseo: Dicen que los vikingos, hartos de guerrear, descubrieron la calma y se adaptaron pronto a ella y a esa manera de vivir que llamamos civilización, y en Vordingborg el viajero se da cuenta de que esas plácidas avenidas no son solo el resultado de del azar sino que una mano hábil las ha construido para que todo en la ciudad resulte agradable, tanto a pie como en bicicleta.

Un restaurante: En una calle peatonal del centro se encuentra la mayoría de restaurantes, muy variados y deliciosos, pero el viajero, buscando a ciegas, encontró esta construcción, el restaurante Oskar, junto a los canales del mar y cenó de maravilla en un ambiente cálido e íntimo.

Una visita: Rodeada por un muro que nos recuerda a las encaladas corraletas manchegas se encuentra la iglesia Frue Vor, un edificio de estilo gótico vístula en medio de una esplanada que domina la parte alta de la ciudad. El viajero apreció la gran destreza alcanzada con el ladrillo.

Un recuerdo: El viajero meridional siempre encuentra en las altas latitudes algo que llevarse de vuelta, y así será si uno se acerca a los acantilados locales, una excepción en un país tan llano. Si además es invierno y el bosque está desnudo, entonces la memoria escogerá esa imagen. Y seguro que repite.



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