ZAMORA

Un paseo: Ya sabía el viajero que la visita de Zamora, como dice el dicho, le iba a llevar más de una hora, eso sí, muy bien empleada, especialmente si sale un día luminoso. La ciudad es menuda, pero tiene mucho que ver, tanto viejo como moderno, y todo está al lado, así que un madrugón será muy provechoso, pero sin prisa, que hay tiempo.

Una visita: El que no sea de románico, cosa que se entenderá como un error, aunque podrá ver otras cosas, se perderá las decenas de joyas medievales que contiene Zamora. 

Un restaurante: La oferta gastronómica local es variada y dará con el gusto de quienes quieran probar un copioso arroz a la zamorana o unos sorprendentes pinchos en las callejuelas estrechas. De todo hay en la calle de los Herreros.

Un recuerdo: El viajero que mire hacia arriba verá en Zamora aquello que tal vez vino a buscar, y con esos colores tan sencillos se irá de vuelta con ganas de regresar.

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