BUDAPEST

Un paseo: Al viajero se le planteará el dilema de elegir entre Buda y Pest, pero pronto entenderá que es una polémica sin sentido. La ciudad entera tiene ese encanto de lo imperial y turístico, de lo danubiano y lo postsoviético, pero también ofrece un lado más popular y envejecido que la UNESCO ha premiado.

Un restaurante: A base de caminar mucho, pronto entran ganas de comer una de esas sopas tan ricas, como la que sirven en Pipaetterem, un pintoresco mesón magiar.

Una visita: Aunque lleno de visitantes, merece la pena entrar en el mercado central y descubrir qué comen los habitantes de la ciudad. A muchos les recordará cuando iban a la compra hace tiempo.


Un recuerdo: Las ciudades con tranvías viejos tienen eso que las hace únicas, aunque luego sean bastante incómodos para pasajeros y otros usuarios de la vía pública. Pero así es.


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