VIENA
Un paseo: Una ciudad imperial se reconoce por su urbanismo, y Viena destaca por sus avenidas y edificios que el viajero, pese a sus preferencias más populares, reconoce. A lo largo del Danubio o por el centro, vale la pena dejarse llevar.
Un restaurante: Nada más vienés que un escalope, ni más reparador para un paseante hambriento. Un modesto mantel como el de Lubella será más que digno para tal homenaje.
Una visita: La ciudad tiene una extensa oferta cultural, desde lo más clásico hasta lo más vanguardista. El viajero, devoto de Beethoven, pasó por el museo Secession y quedó encantado.
Un recuerdo: Viena dejará al viajero con una idea contradictoria sobre la convivencia entre los usuarios de la vía pública.
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